Oráculo, por Nuhmen

Entré de nuevo en la habitación y todo había cambiado. Un silencio sepulcral reinaba en la sala y todos los allí presentes reunidos en torno a la única vela que iluminaba la estancia tenían la mirada fija en su mentora. Ella, inmóvil, recostada sobre el sofá, con una capucha cubriéndole la cara, parecía no estar allí. De pronto, lo entendí. El Oráculo había comenzado.
Todos nos mirábamos los unos a los otros, mientras sentíamos cómo una presencia familiar cuya energía todo lo iba inundando se manifestaba cada vez con más intensidad. No estábamos solos: teníamos ante nosotros a la Señora de las Encrucijadas dispuesta a dedicarnos unas palabras.
Uno a uno, nos fuimos levantando y sentándonos en el sofá junto a nuestra mentora, ahora controlada por la Diosa Oscura, dispuestos a escuchar el mensaje que Ella tenía para cada uno de nosotros. No hay, ni habrá, palabras para describir aquel momento. Al tomarla de la mano y comenzar a escuchar, todo pareció detenerse.
No había más sonido que el de la profunda voz que, entre susurros, nos hacía vibrar con sus palabras cargadas de simbolismo. A pesar de tener los ojos abiertos, ninguno pudo ver a su alrededor mientras duró el contacto con nuestra Patrona: todos estábamos sumidos en un bucle espacio-temporal, unidos a la Diosa, aislados de todo lo demás, perdidos en un torrente de sensaciones, caminando entre los mundos.
Nos dijeron que el primer oráculo al que uno asiste nunca se olvida, y creo que a quien nos lo dijo no le falta razón. No sé qué nos deparará el futuro, ni qué hallaremos ante las encrucijadas que los devotos de Hécate tanto transitamos. Lo único que tengo claro… es que desde ese momento todo ha cambiado.

 

Nuhmen Delos.